domingo, 27 de diciembre de 2009





LA RECOLECCION DE LA MIEL
Los montes se cubren de múltiples pinceladas de vida que la primavera va dando por la naturaleza.
Matas de romero, tomillo y espliego. Zarzales y variados especímenes de arbustos, malezas y hierbecillas se embellecen y se cubren de flores de diversos colores.

Florecillas blanquiazules de los romeros, amarillas de las aliagas; otras diversas hierbas que crecen a ras de la tierra con sus flores también blancas, amarillas y azules. Numerosos arbustos, matorrales y musgos también adornan el campo con variadas tonalidades de verde y marrón.

Los insectos voladores van de acá para allá, de flor en flor, libando su néctar.

Y las laboriosas y artesanales abejas no cesan de recolectar, transportar y elaborar en sus estómagos la selecta sustancia.

La floración llega a su fin con la caída de la flor y su mutación en frutos. Y las abejas terminan de recolectar el polen y centran su quehacer en la transformación y almacenamiento de sus productos.
Se aproxima el comienzo de la recolección de la miel.
..........................................................................................................
El “Tío Turrón” inicia los preparativos para la colecta del fruto.

Ya ha dispuesto todos los utensilios en el carro y “Molinera” está a punto de partir. Tan solo falta Don Roque, el cura.

A una señal del “Tío Turrón”, “Canelo” va a la casa del Sr. Cura y con unos ladridos le indica que ya están a punto de salir.

Don Roque lleva de párroco muchos años en el pueblo, es un amante de todos los quehaceres domésticos y agrícolas. Y así que el “Tío Turrón” le avisa de cualquier labor, diligente y puntual ofrece su desinteresada participación, siempre que sus deberes parroquiales se lo permiten.

Don Roque se ha acomodado una vieja y raída sotana, eso sí limpia, unas alpargatas negras de esparto y un sombrero de paja, de los de la tierra.

Porque, cabe decir, que el Sr. Cura no tiene criada; es un hombre muy pulcro, autosuficiente, y además del ahorro que ello supone para sus limitados ingresos, se evita las habladurías de la gente.

En el pescante, entre los hombres, va “Canelo”.

-Vamos, “Molinera”. Y al impulso de los ramales, el animal inicia la andadura hacia el colmenar.
...............................................................................................................

En las inmediaciones del colmenar, “Molinera” ya ha quedado libre de los apeos y pace las tiernas y frescas hierbas que crecen en los barbechos.

Mientras el “ Tío Turrón ” y Don Roque se encasquetan sus respectivas mascarillas impenetrables de alambre y se revisten las manos y resto del cuerpo convenientemente, “Canelo” corretea de acá para allá tras todo aquello que estimula su curiosidad y despierta su interés.

Las mariposas, los pájaros y múltiples insectos son objeto de seguimiento por parte de “Canelo”. Pero su actitud es prudente cuando de forma inesperada saltan, o se mueven.

Una mariposa, engalanada con vistosos colores y dibujos fascinantes, se posa sobre una florecilla, a escasa distancia del chucho.

“Canelo” se mueve cauteloso, a ras de tierra, para no alertarla. A escasos centímetros avanza su mano con sigilo hacia el insecto para tocarla. La mariposa levanta el vuelo súbitamente y el pobre “Canelo” queda atónito con su manita alzada.

No existe excitación en las colmenas. Las abejas se mueven con normalidad dentro y fuera.

Equipados adecuadamente, el “Tío Turrón” y Don Roque verifican el estado de ocupación de los panales.

La proyección de humo con un fuelle sobre los panales llenos y sellados, y la frotación con un manojo de hierbas, ahuyentan y desprenden con suavidad las abejas.

Otros panales vacíos reemplazan a los que han sido retirados.

Con sumo cuidado, retiran entre ambos la capa de cera que sella cada una de las celdas del panal , y los colocan en el receptáculo convenientemente preparado.

La miel contenida en el panal drena en el recipiente acondicionado, mediante un mecanismo de centrifugación apropiado, que Don Roque con paciencia y cuidado impulsa.

Según se recoge la miel, el “Tío Turrón”, la transvasa a pequeños envases para su mejor transporte y conservación.

El color y el aroma que desprende la miel hace inevitable que, de vez en cuando, y sin reparos, se deguste utilizando métodos poco esmerados, y por lo demás, muy personales y caseros: los dedos.

“Canelo” también ha degustado el néctar elaborado por las abejas que el “Tío Turrón” depositado en una escudilla. Pero todo lo que se mueve a su alrededor sigue despertando su curiosidad.

El zumbido de las abejas excita a “Canelo” y en reiteradas ocasiones se lanza en su persecución.

Ante la supuesta falta de agresividad de las abejas, se llega próximo a la colmena.

Unas entran en la colmena y otras salen.

“Canelo” especulativo contempla cómo se acumulan las abejas en el acceso de entrada, una limitada abertura en la parte inferior de la colmena.

Se acerca tranquilo, y, sin preámbulos intenta introducir su manita y hurgar en el reducido acceso.

Unos aguijonazos en los dedos de su mano hace que la retire y lance unos lastimeros ladridos. Y una multitud de abejas salen en bandada a atacar al agresor de sus territorios.

El pobre “Canelo” no tiene suficiente con sus manos y los revolcones en el suelo para repeler el ataque de los insectos y quitárselos de su lesionado y malparado hocico.

Solo le resta la retirada y búsqueda de protección al amparo del “Tío Turrón”.

Ante la llamada de atención de los ladridos de “Canelo”, el “Tío Turrón” y Don Roque se percatan del incidente.

Solícitos le atienden, le retiran el aguijón de su hocico y tratan de calmarle el dolor con compresas de agua fría y cataplasmas de miel.

Transcurridos unos minutos, y aliviado “Canelo” de sus molestias, explotan en unas espontáneas risotadas, imaginándose ambos la reacción de sorpresa de “Canelo”, cuando fue atacado y agredido por una bandada de esos pequeños insectos, que le hicieron poner pies en polvorosa.

Hasta la hora de partida hacia el pueblo, “Canelo” se relegó a la sombra del carro por voluntad propia, lejos de las colmenas y al amparo de “Molinera”.

Reposando y recuperándose de sus molestias, el pobre “Canelo” dormitó junto a la jumenta.

Al poco rato, y de forma fulgurante, “Canelo” se levantó despavorido al notar sobre sí ciertas sustancias que de forma placentera dejaba fluir la “Molinera”. Parece ser que este debía ser un día aciago para “Canelo” que, tal vez, no olvidaría.


jesús chacón bautista















2 comentarios: