miércoles, 27 de enero de 2010


LA TRILLA

La laboriosa siega de la mies ha terminado. El “Tío Turrón” con la ayuda de su carro, tirado por “Molinera”, fue recogiendo y acarreando a la era las gavillas del dorado cereal.

Era el momento de la trilla.

Gavilla a gavilla son distribuidas y diseminadas por toda la era la mies con la ayuda de una horca que artesanalmente hizo el“Tío Turrón”.

La trilla, reparada de los daños derivados de las actividades anteriores, fragmentos de sierra deteriorados y esquirlas de pedernal arrancadas, está habilitada un año más para separar los largos tallos de las espigas y a éstas de sus granos.

El “Tío Turrón” ya ha dispuesto la trilla sobre la mies y ha uncido los arreos al cuerpo de la “Molinera” y a la trilla.

Sobre la trilla una vieja y paticoja silla de anea sobre la que sentarse, mientras, vuelta tras vuelta, la mies va quedando reducida a grano y pequeños fragmentos de paja.

Alguna novedad percibe “Canelo” en la cotidianidad laboral. Y cierto nerviosismo se exterioriza en su constante ir y venir alrededor del “Tío Turrón” y de “Molinera”.

Todo el espectáculo que se ofrece en torno a sí, le es novedoso y extraño.

Sus ojos vivos observan y curiosean cualquier movimiento de su amo; sus orejas erectas y puntiagudas y la actitud de su rabo en constante movimiento revelan inquietud y presumen alguna actividad inusual.

La era, cubierta por la mies desparramada, brinda un pretexto de provocación a “Canelo”.

Inquieto y rebelde, va de acá para allá, simulando los saltos ágiles unas grotescas piruetas, dada la espesura de la mies y la escasa alzada del animal.

Observa oculto y agachado cómo el “Tío Turrón” lo busca con la mirada. Juguetón permanece escondido, moviendo su cola como gesto de satisfacción al no creerse descubierto.

¡ Canelo, Canelo!, lo llama el “Tío Turrón”, simulando no verlo. Y en frenética y alocada carrera salta de su escondite, yendo de un sitio a otro, emitiendo unos explosivos ladridos de alegría.

Encasquetado el sombrero de paja de amplias alas para protegerle del sol, y los ronzales firmemente asidos con las manos, el “Tío Turrón” sube a la herramienta de laboreo dispuesto a iniciar la trilladura de la mies.

- ¡EA, Molinera! Y con el chasqueo del látigo y las sacudidas de las riendas azuza a la jumenta a emprender la andadura circular y monótona en torno a la era.

Ágil y jubiloso salta sobre la trilla “Canelo” y se coloca delante de su amo, al tiempo que, tras cada chasquido del látigo para azuzar a “Molinera”, lanza unos ladridos para redoblar las órdenes del “Tío Turrón”.

En el momento que el “Tío Turrón” se apea de la trilla para aventar la parva, “Canelo” se sube sobre la silla, y así que la “Molinera” se detiene, comienza a ladrar hasta que de nuevo la borrica reanuda la marcha.

Bien,“Canelo”, - exclama el “Tío Turrón. Y con un “guau, guau”, y movimientos de su cola, agradece a su amo el reconocimiento a su acción.

El griterío de una chiquillería hace que “Canelo”, jubiloso, abandone su puesto de guardián y olvide la responsabilidad asumida.

¡”Tío Turrón”, “Tío Turrón”! ¡”Canelo”, “Canelo”!. Son los chicos que acaban de salir de la escuela.

Ya sabe el “Tío Turrón” lo que los chicos quieren. Y mientras desunce a la “Molinera” de los aparejos, y le abastece de su bien merecido alimento y bebida, los chicos retozan con “Canelo” en la mullida y polvorienta masa de mies.

El “Tío Turrón” se quita el sombrero y se seca el sudor. Y, apoyado sobre el extremo de la horca, a la sombra del solitario pino, contempla cómo los chicos disfrutan y retozan con “Canelo” ensuciándose de paja y polvo.

Sonríe. Y, si bien el día ha sido pesado y caluroso, la alegría y el jolgorio de la chiquillería y de “Canelo” le llenan de satisfacción, a la vez, que le evocan recuerdos de una infancia ya muy lejana.


LA TRILLA

JESUS CHACON BAUTISTA