domingo, 27 de diciembre de 2009

LA DAMA DE LA NOCHE


LA DAMA DE LA NOCHE

Ahí estás. Milenaria. Desde el inicio de los tiempos. O, quizás, antes de los tiempos. Antes de que la noche y el día fueran.

Enigmática, misteriosa, desconocida. Pero sugestiva, excitante, altiva, poderosa. Desde que el hombre nace hasta que muere. Compañera inseparable de la humanidad.

A veces, te muestras radiante, espléndida; y diría que hasta sonríes; o acaso es que te burlas, como la Gioconda. Es que lo que ves desde la lejanía de tu atalaya te hace sonreír, o es que la sonrisa es de tristeza y de ironía.

Otras veces, eres parca y remisa a mostrarte, y te cubres y ocultas tu cara. ¿Tanta pena te damos los mortales, y lo que ves desde tu altura?.

Acaso, es, que como femenina que eres, muestras recato y turbación porque te sientes misteriosa.

Prefiero que sea así, pues desde el romanticismo, es así como te deseo ver. Lo prefiero a pensar que eres parte de la naturaleza inerte, inanimada, distante e insensible.

Y te digo, pues sé que me oyes, y me entiendes: estoy enamorado de ti, desde el instante en que te conocí y empecé a admirarte.

En tu periplo por el firmamento de una noche estrellada, te observo incesantemente.


Ese color rojo-anaranjado que muestras cuando te asomas, tal vez sea por pudor. Después, a medida que pierdes el recato, te tornas brillante, luminosa, plateada. Como si un halo de felicidad irradiara tu rostro. Y todo cuanto a tu alrededor se mueve, se ilumina.

A veces, las nubes, celosas, te ocultan a mi mirada; o tú te escondes entre ellas en un juego excitante y provocador de coquetería femenina.

En tu recorrido, desde oriente a poniente, rielas sobre las dunas, las arenas y los oasis de los desiertos; sobre las pampas y sabanas; sobre las áridas montañas y frondosos bosques.

Rielas sobre las cumbres y cañones; sobre las aguas de los mares, ríos y cascadas. Sobre los inmensos desiertos de hielo y nieve.
En tu presencia los grandes mamíferos, que pueblan la tierra, descansan y duermen tras un día de ociosa actividad. Otros, los pequeños roedores y rapaces nocturnas, salen de sus nidos y madrigueras para alimentarse.

Los marineros te quieren y te necesitan. Te buscan con su mirada cuando inician sus laboriosas y arduas tareas. Para los moradores del desierto, eres la antorcha y guía constante en sus permanentes andaduras.

En tu presencia, una infinidad de insectos y otros animales lanzan un cántico de vida con sus trinos, gorjeos y sonidos que conforman una fantástica polifonía.

En tu presencia las personas intiman con el Creador, le elevan sus preces y le adoran. Ante ti ahogan sus penas los más desfavorecidos de la vida y los que padecen. Otros encuentran sentido a su existencia en la intimidad de tu compañía.

Eres inspiradora del amor, y ante ti se hace más intenso e íntimo, pero se aprovechan de tu aparición las almas infames y ruines.

Eres un reto para los hombres de ciencia. Te quieren ver a sus pies, quieren descubrir tus misterios e intimidades. Acaso, así, satisfagan sus ambiciones y vanidades.

Yo, sin embargo, en la penumbra de mi intimidad, te busco con anhelo siguiendo la estela de tus reverberaciones, y cuando te encuentro te miro fijamente, te hago un guiño de complicidad y te sonrío.

Y, en fin, al igual que las almas sensibles, delicadas y románticas, yo te quiero como siempre te he visto, como la Dama y Señora de la Noche.


JESUS CHACON BAUTISTA

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