LA DAMA DE LA NOCHE
Ahí estás. Milenaria. Desde el inicio de los tiempos. O, quizás, antes de los tiempos. Antes de que la noche y el día fueran.
Enigmática, misteriosa, desconocida. Pero sugestiva, excitante, altiva, poderosa. Desde que el hombre nace hasta que muere. Compañera inseparable de la humanidad.
A veces, te muestras radiante, espléndida; y diría que hasta sonríes; o acaso es que te burlas, como la Gioconda. Es que lo que ves desde la lejanía de tu atalaya te hace sonreír, o es que la sonrisa es de tristeza y de ironía.
Otras veces, eres parca y remisa a mostrarte, y te cubres y ocultas tu cara. ¿Tanta pena te damos los mortales, y lo que ves desde tu altura?.
Acaso, es, que como femenina que eres, muestras recato y turbación porque te sientes misteriosa.
Prefiero que sea así, pues desde el romanticismo, es así como te deseo ver. Lo prefiero a pensar que eres parte de la naturaleza inerte, inanimada, distante e insensible.
Y te digo, pues sé que me oyes, y me entiendes: estoy enamorado de ti, desde el instante en que te conocí y empecé a admirarte.
En tu periplo por el firmamento de una noche estrellada, te observo incesantemente.
Ese color rojo-anaranjado que muestras cuando te asomas, tal vez sea por pudor. Después, a medida que pierdes el recato, te tornas brillante, luminosa, plateada. Como si un halo de felicidad irradiara tu rostro. Y todo cuanto a tu alrededor se mueve, se ilumina.
A veces, las nubes, celosas, te ocultan a mi mirada; o tú te escondes entre ellas en un juego excitante y provocador de coquetería femenina.
En tu recorrido, desde oriente a poniente, rielas sobre las dunas, las arenas y los oasis de los desiertos; sobre las pampas y sabanas; sobre las áridas montañas y frondosos bosques.
Rielas sobre las cumbres y cañones; sobre las aguas de los mares, ríos y cascadas. Sobre los inmensos desiertos de hielo y nieve.
Los marineros te quieren y te necesitan. Te buscan con su mirada cuando inician sus laboriosas y arduas tareas. Para los moradores del desierto, eres la antorcha y guía constante en sus permanentes andaduras.
En tu presencia, una infinidad de insectos y otros animales lanzan un cántico de vida con sus trinos, gorjeos y sonidos que conforman una fantástica polifonía.
En tu presencia las personas intiman con el Creador, le elevan sus preces y le adoran. Ante ti ahogan sus penas los más desfavorecidos de la vida y los que padecen. Otros encuentran sentido a su existencia en la intimidad de tu compañía.
Eres inspiradora del amor, y ante ti se hace más intenso e íntimo, pero se aprovechan de tu aparición las almas infames y ruines.
Eres un reto para los hombres de ciencia. Te quieren ver a sus pies, quieren descubrir tus misterios e intimidades. Acaso, así, satisfagan sus ambiciones y vanidades.
Yo, sin embargo, en la penumbra de mi intimidad, te busco con anhelo siguiendo la estela de tus reverberaciones, y cuando te encuentro te miro fijamente, te hago un guiño de complicidad y te sonrío.
Y, en fin, al igual que las almas sensibles, delicadas y románticas, yo te quiero como siempre te he visto, como la Dama y Señora de la Noche.
JESUS CHACON BAUTISTA
Veo que has aprendido pronto.
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Marisa